4 de noviembre de 2010

DEL SALÓN MADRID AL CINE BOGART. (El local con más nombres de la capital)

 
En la madrileña calle de los Madrazo nº 2 se construyó hacia 1907 bajo un proyecto del arquitecto Luis López López, un pabellón para proyecciones cinematográficas y teatrales conocido como el Salón Madrid.
El solar era muy profundo y tenía un acceso secundario desde la calle Manuel María Rivero nº 9 donde se instalaría el bar. Pero la fachada y accesos al cinematógrafo se realizaron desde la calle de los Madrazo que era mucho más estrecha que la anterior, connotación que nos hace pensar que el local donde después se instaló el bar, muy seguramente fue añadido con posterioridad. El edificio que albergaba el Salón  Madrid estaba compuesto por una gran nave construida en hierro y ladrillo,  que recorría el solar prácticamente hasta su fondo, dejando dos anchos pasillos para el desalojo de los espectadores hasta la calle de los Madrazo, evitando de esta forma también la propagación del fuego en caso de incendio; en la parte posterior tras el escenario había otro patio. La fachada se alzaba en dos alturas y tenía un gran hueco rematado por un arco en el que se habían realizado los tres accesos y las taquillas. El local estaba cubierto por una estructura de hierro sobre la que se había colocado el tejado.


Una de las pocas imágenes del Salón Madrid en la calle de los Madrazo.


La entrada al local se realizaba a través de tres grandes huecos que conducían a un vestíbulo de espera desde donde arrancaban dos tiros de escaleras simétricos que subían a la planta de entresuelo, formando una imperial y bajo los cuales se habían instalado las taquillas.  Entre los dos huecos de entrada al patio de butacas se había construido la cabina con materiales incombustibles, pizarra forrada con planchas de mármol. Esta tenía acceso a través de dos puertas laterales tras las cuales había unos peldaños que ascendían hasta la propia cabina para evitar problemas en la proyección. Al fondo, un importante escenario de unos cinco metros de embocadura por cuatro de profundidad, compartiría las primeras proyecciones con representaciones artísticas, junto a este un amplio espacio para la orquesta.  Los bancos de las primeras filas eran metálicos, al igual que las sillas, todas incombustibles, el suelo era de hormigón y sobre él se extendió una capa de asfalto. El resto de los suelos eran de baldosín y el techo de planchas de yeso. Como hemos indicado anteriormente el local se podía desalojar rápidamente mediante cuatro puertas laterales que conducían a dos pasillos muy anchos a través de los cuales se accedía o bien a la calle o a los aseos y el bar, instalados junto al propio cinematógrafo. Estos pasillos fueron techados por una gran marquesina de hierro y cristal para evitar los fenómenos meteorológicos adversos y de esta forma proporcionar más espacio de esparcimiento a los espectadores. La sala era bastante alta lo cual permitió la instalación de  localidades de entresuelo con sillas movibles.


Planta baja del primitivo Salón Madrid.
  
Los muros laterales de la sala se retranqueaban dejando espacio para palcos en todo lo largo del patio de butacas. Como dato curioso tal y como apunta Josefina Martínez en su obra “Los veinticinco primeros años del cine en Madrid”, no existía la fila 13, sino la 12 bis para no molestar a los supersticiosos.
El Salón Madrid se reformó en diversas ocasiones, ampliando y mejorando sus instalaciones hasta 1916, momento en el que el arquitecto Francisco Reynals  presenta un proyecto para la conversión del local de espectáculos en un frontón para señoritas. El expediente se da por válido y se comienza la reforma que durará hasta 1918, en ella se eliminaran los patios laterales y se incrementará la cubierta original hasta los muro medianeros, se construirán nuevos accesos y se eliminaran los anteriores edificando un nuevo recinto adecuado para su objeto. Se conservará en este recinto, la fila de seis pilares que antiguamente componían uno de los laterales de la nave del Salón Madrid.

Planta baja del antiguo Frontón Salón Madrid.

La mayor parte de la planta quedaría ocupada de este modo por la cancha de juego, las gradas y pasillos de accesos, dejando un gran espacio para salón- cafetería, donde además se instalarían las taquillas de apuestas.
A mí personalmente la sustitución del antiguo teatro de variedades y cinematógrafo por un frontón para “señoritas raquetistas”, por muy en boga que estuviese en su momento, me suena un tanto machista, con este poderoso  seudónimo la afluencia del local debía ser prioritariamente masculina.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 201 de mi libro "Cines de Madrid"