En
el año 1939 y bajo un encargo del empresario Julián Reyzabal, el ya archifamoso Luis Gutiérrez Soto realiza un nuevo cinematógrafo
en la calle de Narváez nº 42 en un solar rectangular proveniente del derribo de
un antiguo edificio de viviendas.
El
nuevo edificio se construiría únicamente para albergar el cinematógrafo y se
levantaría en cinco alturas más sótano, teniendo una sola fachada visible a la
calle de Narváez desde donde se realizaría la entrada y salida de espectadores.
El arquitecto escogió para su cara vista un alto paño de ladrillo remarcado por
dos jambas de piedra caliza y culminado por un amplio voladizo bajo el cual
había tres huecos correspondientes a la cabina y cuartos del operador.
En
el centro del amplio paño que se extendía sobre la marquesina, resaltaban cinco
huecos rasgados realizados también en piedra artificial que inundaban de luz el
ambigú y sobre cada uno de estos, una escultura que representa las bellas
artes.
La fachada del nuevo cine poco después de su inauguración.
El
inmueble fue construido por la empresa Luz, Sancho y Cía. S.L. con estructura
de hormigón armado y cubierta de hierro y teja plana. Su planta era
completamente simétrica, como ocurriría de aquí en adelante en muchísimos otros
locales. La entrada al cine se realizaba a través de cuatro huecos dobles resguardados
por una amplia marquesina que dejaba a ambos lados espacio para las taquillas
que quedaban prácticamente escondidas bajo las carteleras.[...]
El resto de la información la podrán encontrar en la página 155 de mi libro "Cines de Barrio"