4 de febrero de 2013

EL CINEMA URQUIJO

En el madrileño barrio de Arguelles,  en la calle del Marqués de Urquijo 23, se levantó en los años 40 un pequeño cinematógrafo que haría las delicias de muchos de los vecinos. En una zona muy castigada en la contienda y que quedó plagada de solares se construyó un nuevo edificio destinado únicamente a cinematógrafo, a pesar de tener un gran competidor a escasos metros, el Cinema Arguelles.
El cine Urquijo se emplazó en un solar propiedad de Juan Calatrava de forma casi rectangular de 529 metros cuadrados, levantándose en cuatro alturas más sótano. Su única fachada a la calle del Marqués de Urquijo se realizó en fábrica de ladrillo enlucido, con abultados y adornos en piedra artificial en jambas, impostas y cornisas, de forma completamente simétrica y conformando tres partes claramente diferenciadas. La planta calle y primera formaban un primer grupo del que destacaban el amplio pórtico que ocupaba las dos alturas y donde se encontraban la puerta de entrada y las taquillas, dejando un amplio mirador en la parte superior que escondía en su interior un maravilloso vestíbulo. Una segunda parte que se componía de las plantas segunda y tercera, plagada de ventanas que iluminaban el interior del local y de la que resaltaba los cuatro huegos rasgados centrales, y por último una tercera, que no era más que un muro que escondía la azotea y que había sido decorado con cuatro huecos abiertos centrales y dos laterales con celosía.


Proyecto para la fachada del cine Urquijo, en la calle del mismo nombre.


Su arquitecto, Luis Alemany y Soler escogió para su distribución interna un esquema que se repetiría continuamente, tal y como ya habíamos visto en el cine Narvaez, España o Mundial. La cimentación se realizó con hormigón y grava de 200 kg por m3, los muros se construyeron de fábrica de ladrillo guarnecidos con yesos en los interiores, y enfoscado en las fachadas exteriores, el forjado de los pisos se ejecutó con viguetas metálicas sobre las que se colocó doble tablero de rasilla, y la cubierta se hizo con gigantescas cerchas férreas, material escaso en esa época y que sufrió graves restricciones, usándose también en las jácenas del anfiteatro, escenario y marquesina de entrada.    El acceso al interior del local se realizaba por un gran hueco central de ocho metros donde se habían instalado unas magníficas puertas de forja y cristal que se abrían hacia fuera para desalojar el inmueble sin problemas. Un gran vestíbulo flanqueado por dos amplias escalinatas, una a cada lado de las puertas de entrada, en él cuatro columnas presidian el espacio, y al fondo los tres huecos de acceso al patio de butacas de 1,50 m de ancho con dos hojas cada uno. Los suelos eran de piedra artificial de colores, las paredes estaban decoradas con caras pinturas al estuco, y los techos adornados con molduras de escayola. La iluminación se realizó mediante pequeños plafones de bronce y cristal instalados en sus paredes, y principalmente por una gigantesca lámpara de araña que colgaba desde el techo del vestíbulo superior y que por medio de un gran hueco abierto con baranda, se descolgaba e iluminaba el de la planta baja. Bajo ambas escaleras se habían instalado de forma simétrica las  taquillas y el guardarropa, además del acceso a la planta sótano.[...] 

El resto de la información la podrán encontrar en la página 139 de mi libro "Cines de Barrio"