En año 1930, el que fuera el último empresario del famosísimo
teatro de Apolo de la calle de Alcalá, se embarcó en la aventura de construir
un nuevo teatro para la representación del género chico, índole que tantos
beneficios había dado en su predecesor.
Don Vicente Patuel, que según contaban las crónicas de la
época, había vivido estos últimos años con desasosiego tras la demolición
injustificada del que fuese uno de los mejores teatros de la capital, tomó la
decisión de mandar construir un nuevo local al que quiso denominar en un
principio Apolo, en honor a su predecesor.
En la plaza del Progreso c/v a la calle de Lavapiés existía
desde hacía muchísimos años un café de arraigada solera denominado Café del
Progreso, que dejó huella en la sociedad matritense, dándose a conocer el hecho
de su demolición en varios diarios de la época.
El resultado de la demolición fue un solar de forma de “L” en
el que los arquitectos, Joaquín Saavedra de la Torre y Luis Fernández Urosa
supieron encajar un maravilloso local de espectáculos además de una casa para
artistas anexa al edificio.
Su fachada principal se le concedió a la plaza del progreso,
corriendo la sala paralela a la calle de Lavapiés y dejando la entrada de
actores y empleados desde la calle posterior de la Cabeza.
Su fachada principal estaba diseñada en tres cuerpos, dos
laterales y uno central más alto. En el centro destacaban tres arcadas de
granito de acceso al atrio de entrada al teatro, quedando dos huecos más
simétricos laterales para acceso al sótano y local comercial.
Sobre los tres arcos de su entrada se levantaba el gran
cuerpo central que culminaba en una amplia azotea con balaustrada a la que los
espectadores podían tener acceso en el descanso de la obra. El resto de la
fachada de sencilla composición estaba adornada con molduras de piedra
artificial que adornaban los huecos de balcones de la primera planta y los tres
ojos de buey de la tercera en los que se denotaba cierto art decó. En lo más
alto del edificio, pináculos y florones engalanaban su limpia fachada. Sobre el balcón de la azotea del cuarto piso
volaba una gran estructura de donde pendía el luminoso de neón con el definitivo
nombre del local, Progreso.
Traspasando cualquiera de los tres arcos que se cerraban cada
noche con una verja de hierro accedíamos al atrio o pórtico de entrada, amplio
y muy alto donde a ambos lados se encontraban las taquillas. En el centro un
hueco grande, con dos puertas de dos hojas nos conducían al vestíbulo
principal.
Maravillosa imagen del teatro del progreso en los años 30. (Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Fondo Portillo)
Una imagen de las escaleras del vestíbulo principal tomada
desde la primera planta.
Al fondo un hueco más grande daba paso a otro vestíbulo
previo al patio de butacas. La parte más alta de este gran hall principal era
en parte un balcón de la planta primera, que se había decorado con huecos con
barandilla que inundaba de luz la estancia.
Un aspecto del gran hall principal y
sus escaleras durante los últimos retoques, previos a su inauguración.
(Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Fondo Portillo)
Del centro del alto techo pendía una gran lámpara de bronce
que junto con la luz indirecta de su techo llenaban de luz artificial el
espacio.
Cuatro imágenes del vestíbulo principal del Progreso en la
Actualidad convertido en el teatro Nuevo Apolo. Obsérvese la idéntica fisonomía
comparada con las fotos anteriores.
Este segundo vestíbulo estaba solado con mármoles de colores,
y su techo fue realizado con bóveda de cañón, adornando el resto de la estancia
con molduras doradas, bajorrelieves florales, y esculturas sobre pedestales
junto a cada una de sus puertas.
El patio de butacas se había realizado con bastante pendiente
hacía el escenario, con los suelos de madera sobre rastreles, cubiertos por una
impresionante moqueta roja. Las paredes se habían forrado con un alto zócalo de
madera de roble oscurecida en la que se había realizado un trabajo de
ebanistería finísimo. El techo del entresuelo que sobresalía hasta la mitad del
patio de butacas se había decorado con un gigantesco óvalo que servía de
lámpara y que estaba enmarcado con un precioso trabajo de escayola con formas
florales. En los antepechos de los balcones se había realizado idéntico
trabajos ensalzados con pan de oro utilizados también en molduras, escofias y
florones del resto de la sala.
Espectacular imagen del patio de
butacas, entresuelo y principal del aun no inaugurado teatro del Progreso.
(Archivo Regional de la Comunidad de Madrid. Fondo Portillo)
El ayer y hoy de uno de los teatros
más espectaculares y mejor conservados de Madrid, el Progreso.
El interior de la sala era impresionante, realmente su
decoración recordaba muchísimo a la del Palacio de la Música de la Gran Vía
inaugurado hacía unos pocos años, y gestionado por el mismo empresario; en
ambas salas se había utilizado idénticos ornatos y colores, teniendo la segunda
un aforo mayor.
Una imagen del plafón que coronaba el techo del teatro del
Progreso.
Esta bóveda servía además de iluminación a la sala, para lo
cual se instalaron centenares de lámparas de incandescencia que
retro-iluminaban el gran plafón que era la pieza ornamental central de su
techo.
Un aspecto del interior de la sala.
En estos muros existían además varios apliques de bronce con
lámparas de incandescencia que reforzaba la iluminación y resaltaban los
detalles dorados de las molduras y creaba un maravilloso espectáculo de luces y
sombras.
Una de las pocas imágenes del primitivo escenario del teatro
del Progreso, donde se ve el fresco alegórico la zarzuela sobre la embocadura.
Otro aspecto de la embocadura del
escenario del teatro del Progreso durante los últimos retoques de su
construcción.
Todas las tapicerías fueron suministradas por la afamada Casa
Ramaga incluido el telón de boca realizado en terciopelo rojo idéntico a las
butacas y resto de cortinajes.
El escenario era muy amplio y poseía todos los adelantos de
la época, parrilla y peine para más de 10 telares diferentes, y espacio
suficiente para pies en ambos lados que se comunicaban por un pasillo tras el
telón de fondo. Algunas publicaciones dijeron que la boca era un poco pequeña,
y que las localidades eran de dudosa visibilidad, quizás no tanto por la
apertura del hueco escénico sino por las dimensiones del local, que
distanciaban más de 20 metros el escenario de las localidades más altas del
entresuelo.
Todas las plantas de la escena estaban comunicadas a su vez
con la casa de los artistas, que consistía en un edificio anexo a la parte
posterior del teatro, de cinco alturas donde se encontraban los camerinos y
zonas comunes de los actores. Todos los camerinos contaban con agua caliente y
se pretendía crear cierto confort para estos ya que pasaban gran parte del día
incluso de su vida entre las cuatro paredes del teatro.
Varios aspectos actuales del escenario, pasillos que corren
entre bastidores y bambalinas y que son la cara oculta de este magnifico
teatro.
Un grupo de artistas
posan en la escalera de servicio que corre tras las bambalinas del nuevo teatro
del Progreso.
Existían además varias “puertas secretas” en el patio de
butacas que comunicaban con la casa de los artistas pudiendo acceder libremente
y sin atravesar la escena. Una de ellas estaba situada en el muro lateral
derecho y se encontraba perfectamente camuflada en el friso de madera, y la
otra sobre esta, en el entresuelo.
La escalera que comunicaba las plantas de la casa de los artistas.
Volviendo al vestíbulo principal y accediendo por cualquiera
de los cuatro tiros de escaleras que se fusionaban peldaños más arriba para
luego nuevamente separarse, llegábamos hasta un nuevo vestíbulo o ambigú, muy
amplio y que en forma de galería rodeaba el hueco al piso inferior. En la
fachada que daba a la plaza del Progreso se habían realizado dos huecos con
balcón, quedando un tercero a la calle de Lavapiés, que servían para dotar de
luz cenital y ventilación a dicho vestíbulo.
Plano de la planta de entresuelo del
teatro del Progreso, obsérvese la casa de los artistas anexa al escenario.
El tríptico original en el ambigú de la primera planta.
En el extremo opuesto del vestíbulo
se situaban de forma simétrica los vomitorios de acceso a las localidades más
bajas del anfiteatro principal y palcos, quedando entre ellos la barra de bar.
El área era tan amplia que había espacio suficiente para instalar sillas y
mesas alrededor de este gran patio interior y disfrutar de un agradable café o
refrigerio en los descansos de la función. Toda la instalación del bar y su
maquinaría corrió a cargo de los talleres mecánicos Antonio Vázquez de Saz y el
mobiliario, sofás de descanso, mesas y sillas fueron adquiridos en una afamada
tienda de mobiliario denominada Crowner.
Los dos huecos de acceso a las localidades eran muy cómodos,
sin rampa ni escalera y lo suficientemente anchos para desalojar eficazmente a
todo el graderío.
Un aspecto del bar ambigú del teatro.
Las localidades se repartían a lo alto del graderío por medio
de dos pasillos que corrían hasta dos puertas de acceso y desalojo del
vestíbulo de la planta segunda. Este entresuelo tenía mucha profundidad y muy
poca pendiente a pesar de lo ello ofrecía una perfecta visibilidad desde
cualquiera de sus cómodas butacas.
Además de los sillones de entresuelo se habían dispuesto diez palcos,
cinco en cada uno de los brazos del piso, a los cuales se les daba servicio a
través de un pasillo posterior y que estaban separados entre sí por pequeños
tabiques de madera que ofrecían poca intimidad. Tras los palcos los gigantescos
huecos ciegos con altos cortinajes simulaban una realidad inexistente, dando la
sensación de que eran los accesos a estos, cuando en realidad era una simple
decoración del muro medianero a la calle o a la finca contigua. La parte más
alta del entresuelo quedaba bajo el balcón del principal y su techo se había
adornado con tres grandes bóvedas plafón
retro-iluminadas, una central ovalada y dos laterales circulares recargadas con
molduras doradas. Tras las últimas localidades de este piso y con acceso desde
la planta segunda existían cuatro palcos privados, dos por cada lado, dejando
en la parte central un gran espacio dedicado al control de iluminación
El escenario del teatro del Progreso
visto desde la última fila de butacas del entresuelo.
Dos aspectos del amplio y oscuro vestíbulo de la segunda
planta del teatro del progreso en la actualidad.
Dos imágenes de la planta tercera del edificio, la preciosa
escalera continuaba señorialmente subiendo planta tras planta.
Imagen tomada desde la fila de los mancos
o última fila del gallinero. Obsérvese la distancia que separaban al espectador
de la escena.
Un aspecto de la
terraza de la planta cuarta del Progreso.
Desde una de las terrazas laterales se tenía acceso a una
azotea que cubría la primera crujía del inmueble, destinada a cajas de
escaleras y vestíbulos. Desde esta azotea se podía pasar mediante una pequeña
puerta al hueco abuhardillado que quedaba bajo las cerchas metálicas que
soportaban el tejado.
El tambor que formaba la bóveda bajo las cerchas.
Una imagen del patio de butacas tomada desde un pequeño agujero existente en el techo de la sala.
Este que cubría el patio de butacas se había construido a dos
aguas con rasillones de fábrica sobre la estructura metálica y teja plana. Esta estructura metálica así
como las escaleras de servicio del escenario fueron construidas por los famosos talleres Arranz, los mismos que años
más tarde construirían su propio cine, el Marvi. Bajo esa estructura hábil se tenía
acceso mediante una pasarela a la bóveda del techo del patio de butacas y a la
parte más alta del telar donde estaba situada la parrilla. El tercer grupo o
crujía era la que formaba el cajón del escenario y los telares, aunque
exteriormente no se apreciaba ya que tenía idéntica fisonomía.
Sección longitudinal del nuevo teatro
del Progreso. Obsérvese los tres grupos diferenciados de la edificación y el
amplio espacio que quedaba en su sótano, diáfano apto para cualquier otro uso.
La noche del sábado 10 de diciembre de 1932 fue una tarde
fría y lluviosa, en la calle, paraguas, carreras, y castañas calentitas, taxis,
metro y tranvías descargaban viajeros a las puertas del nuevo coliseo que se
alzaba altanero en la bulliciosa plaza del Progreso. El cartel no podía ser
otro, “La Verbena de la Paloma” y “La Revoltosa” obras que clausuraron el amado
teatro de Apolo.
Un grupo de actores posan en el vestíbulo del teatro.
.
El viernes 27 de enero de 1933 el teatro del Progreso se
transforma en el cine Progreso, un negocio muy en boga y que iba a traer
grandes ganancias a sus propietarios, más incluso que el teatro. El sr. Patuel
propietario también del cine Avenida de la Gran Vía, organizó junto a la
dirección del sr. José Muñoz una temporada de cinematógrafo, proyectando
reestrenos, para lo que eligieron para su inauguración el film “Clamp” MGM,
causalmente la misma cinta con la que se inauguró el Coliseum meses atrás.
Alternó temporadas de cine con obras teatrales y varietes, en
octubre del año 1934 aparece en cartel la actuación de la cupletista Raquel
Meller acompañada de Amalia de Isaura, un cartel que concentró a la flor y nata
de Madrid en el Progreso.
Comenzada la Guerra Civil el local seguía proyectando cintas,
en junio de 1937 vuelve a funcionar como teatro presentando la zarzuela “La
Tormenta”, con letra de Cayetano del Castillo y música del maestro Arturo Saco
del Valle, que había sido estrenada en el fatídico teatro de Novedades en 1909.
A finales del año 1937 acoge algunos mítines políticos,
mientras seguía proyectando cintas de reestreno en un Madrid en ruinas.
Un aspecto de la calle de la Magdalena en los años 30.
Terminada la contienda el cine cierra sus puertas para
reformarse y adecuar los daños que había sufrido durante la Guerra. Reabrió el sábado 9 de septiembre con la
película “Truxa” llamándose aún Teatro del Progreso aunque aparece en la
sección de cinematógrafos de todos los periódicos.
Nuevamente en 1941 vuelve al teatro, con la puesta en escena
de “Marco Antonio y Cleopatra” y continua así intercalando obras de teatro con
cine hasta 1948 cuando comienza a llamarse Cine Progreso. Es entonces cuando se
realiza una reforma en la que se transforma su antigua embocadura concediéndole
más anchura y adaptándola a los nuevos sistemas en proyección panorámica con
proyectores Peerless. Desde entonces
proyectó reestrenos en sesión continua, y tuvo muchísima afluencia de público a
pesar de estar junto a otros cines como el Alba, Falla, Ideal, Fígaro,
Encomienda, Carretas, o teatros como el Español o Calderón.
El Progreso en los años 50, en la imagen podemos ver a la
derecha de su entrada el acceso al salón de té bar Conga.
La cabina de control e iluminación del teatro Nuevo Apolo
donde sobrevive uno de los antiguos proyectores de cine.
La sala de fiestas de sus bajos sufre también una importante
reforma a cargo de Calixto del Barrio da Gándara y José Aranguena Clemente,
pasando a denominarse a partir de ese momento Yulia o El Paladium de Cristal,
nombre que mantuvo hasta su cierre a finales de los años 70.
En los años 80 ya no aparece en carteleras como cine, aunque
sigue su andadura denominándose teatro Palacio del Progreso, hasta que cierra
definitivamente en 1986. Mientras tanto la sala de fiestas de su sótano es
completamente desmantelada y en su lugar se instalan unos salones para
banquetes que se denominan “Royal Palace Weddings.”
El teatro Palacio del Progreso en los años 80.
La antigua plaza del Progreso convertida en Tirso de Molina
en los años 80, a la derecha se ve el Palacio del Progreso.
En 1986 cuando el teatro del Progreso se encuentra en la
cuerda floja y se especula con su destino el Banco Vizcaya rescata el antiguo
local y tras una pequeña reforma y lavado de cara vuelve a abrir el jueves 17
de diciembre de 1987 con el nombre de Teatro Nuevo Apolo, en honor a su
antecesor. Comienza su andadura con producciones teatrales dedicadas al género
lírico, para el que nació, con la obra “Nueva Antología de la Zarzuela”
dirigida por José Tamayo.
Su etapa de cinematógrafo quedo ya olvidada, en la actualidad
se utiliza únicamente como auditorio para espectáculos escénicos con un aforo de 1000 localidades, el local ha
programado diferentes géneros, todos con gran éxito y aceptación por parte del
público.
Por sus tablas han pasado obras de todos los tipos, centrándose
principalmente en la comedia (“Un Dios Salvaje”, ”Amores Minusculos”), humor (“Los
Morancos”, “Antonia San Juan”, “Millán Salcedo”, “Pedro Ruiz”, “Dani y Flo”), conciertos
(“Pancho céspedes y Pablo Milanés”) , musicales (“Quisiera Ser”, “50 Sombras” ),
ballet clásico y ópera (“El Lago de los
Cisnes”, “Cascanueces”, “Nabuco”), musical infantil (“La Sirenita”, “El Ratón
Pérez”, “Cantajuegos”, “El Gato con Botas, “Alicia en el País de las Maravillas”,
“El Principito”, “El Mago de Oz”, “La Cenicienta”, “Los tres Cerditos”,”Dum”)
orquestal sinfónico (“El Médico”) Flamenco (“Jesus Carmona”, “Sara Baras”, “Carmen”,
”Carmina Burana y Fiesta Flamenca” ), magia (“Hipnotízame), performance (“Mayumaná”,
“Cambuyón”,”El Señor de las Burbujas”, “Tom Pack”, “Vivancos” ) esto es tan
solo un ejemplo de los últimos años de cartelera.
Desde entonces y salvo un pequeño parón por problemas acústicos,
el teatro luce como nuevo en la plaza de Tirso de Molina. En la actualidad remozado en su totalidad sigue su andadura que esperemos sea prolífera,
brindando además a los espectadores la oportunidad de disfrutar de un
maravilloso espectáculo en un recinto clásico que ha sabido adaptarse a los
nuevos tiempos.
Los antiguos salones
de banquetes de sus sótanos fueron desmantelados mucho tiempo atrás, quedando
el local vacío y diáfano. Tras algunos
proyectos y muchos años de trabajo se ha instalado en él una nueva sala de
fiestas, discoteca, cabaret, sala de eventos, oculta tras una pequeña y
sencilla fachada con un nombre que nada hace presagiar que en su interior se
encuentra uno de los locales de moda de la noche madrileña, Medias Puri.
Pequeña portadilla de Medias Puri, una
maravillosa sala de fiestas oculta en el corazón de Madrid. (Fuente Medias Puri)
Agradezco sinceramente
la colaboración prestada por Summun Music en especial a Pilar Rodríguez por
darme la oportunidad de contactar con la propiedad y conseguir estas
maravillosas imágenes tomadas en 2016 con las que he podido ilustrar este reportaje, que espero
sirva para dar a conocer un poco más, esas joyas que en Madrid aún permanecen ocultas
y que siguen intactas a pesar del paso de los años.
Autor: David Miguel Sánchez Fernández.
Fuentes bibliográficas:
-
Madrid
y el Cine. Pascual Cebollada y M. G. Santa Eulalia. Comunidad de Madrid 2000
-
Arquitectura
de Madrid. Casco Histórico. Madrid. COAM 2003.
Fuentes hemerográficas:
ABC:
-
Madrid
13 de febrero de 1932. Pág. 7
-
Madrid
9 de diciembre de 1932. Pág. 22
-
Madrid
11 de diciembre de 1932. Pág. 31
-
Madrid
28 de octubre de 1934. Pág. 58
-
Madrid
27 de enero de 1935. Pág. 18
-
Madrid
31 de diciembre de 1939. Pág. 12
-
Madrid
17 de diciembre de 1987. Pag. 21
Ahora:
-
Madrid.
1 de octubre de 1931
-
Madrid.
11 de diciembre de 1932
-
El Heraldo de Madrid:
-
Madrid.
12 de abril de 1932. Pág. 6
-
Madrid.
12 de diciembre de 1932. Pág. 5
La Libertad:
-
Madrid.
Año XIV Número 3972. 1 de
diciembre 1932
-
Madrid.
Año XV Número 4011. 26 de enero de 1933
Luz:
-
Madrid.
13 de diciembre de 1932. Pág. 11
El Imparcial:
-
Madrid.
Jueves 22 de diciembre de 1932. Pág. 4
Otras fuentes:
-
Wikipedia,
QDQ, Biblioteca Nacional de España.
Me has cortado el aliento, David. El cine del Progreso, junto al de San Miguel, eran de la misma empresa que el cine del Callao hasta los años sesenta, al menos. Mi abuelo, que era el responsable de este último cine, también lo era del Progreso y del San Miguel, ya citados. Todos los martes iba a éstos últimos para supervisarlos.
ResponderEliminarPor las fotografías estupendas que aportas parece que su interior ha sido bastante respetado, no así la fachada del edificio.
Has hecho un magnífico trabajo, como siempre.
Gracias Rosario por tu comentario.
EliminarSigues tras la huella de tu abuelo, cualquier día lo encontramos en alguna imagen antigua, ¿que ilusión te llevarias verdad?
Me gustaría encontrarla yo, porque sé que sería algo importantísimo para tí. Y ya de puestos que fuera en aquella barraca de la calle de la Flor Baja.
Un besazo y sigue tu tambien con tus maravillosos videoreportajes.
Magnífico y amplísimo reportaje sobre uno de los mejores teatros existentes en la actualidad y que, viendo las fotos, veo que poco ha cambiado de su contrucción original (incluso la ampliación de la embocadura del escenario ha sido una solución a mi parecer beneficiosa para él -a pesar de la desaparición del tapiz superior-).
ResponderEliminarEspero que por muchos años continue en funcionamiento para goce y disfrute de los madrileños y forasteros.
Si este local estuviera en la Gran Via, su importancia sería superior a la que tiene pero su castiza ubicación tiene un carácter muy particular.
Hasta pronto y no tardes tanto en ofrecernos un nuevo artículo.
Feliz Pascua David.
Hola Jordi.
EliminarMuchas gracias por tu visita. Cierto es que el Progreso sigue en su lugar, intacto y desafiando los altibajos de todas las épocas. Esperemos que siga así muchos años más.
No descartes que detras de ese telón que cubre la parta alta de la embocadura esté el tapíz, quien sabe. Yo cuando visité el local no conocía ese dato, habría investigado en ello. Lo que si que pude ver tras el telón de boca era el telón metálico cortafuegos, que se instalaba a principios de siglo desde la desgracia del novedades.
A pesár de esos pequeños cambios respecto al original, tenemos que dar gracias que aun se conserve en tan buenas condiciones.
Un saludo y gracias siempre por escribirme.
Hola David, como siempre nuevamente he disfrutado con tu reportaje sobre el teatro cine Progreso. Es muy completo y detallado. Recuerdo haber asistido a este local por primera vez, cuando se hizo cargo de él Julián Reyzábal. Fue cuando se hizo una pequeña reforma en la entrada de Tirso de Molina, que aún subsiste. Estuve justo en el gallinero y recuerdo que fue una tortura por lo lejos que se veía la pantalla, lo mismo que me pasó en el último piso del Palacio de la Música viendo Los Diez Mandamientos, creo que en el Progreso aún peor. Volví ya de teatro pero en platea a ver a La Cubana, que fue divertidísimo y más tarde el musical Los Miserables. Espero que aún se conserve el mural de encima del arco del escenario, aunque quizás no al hacer una ampliación del mismo cuando se hizo cargo el Banco de Vizcaya. En fin un trabajo más tuyo que me ha encantado ver. José Martínez González.
Eliminarbuenas tardes David otro gran reportaje esta vez de un gran teatro de Madrid y cine ocasional no he estado nunca dentro con lo cual para mi las fotos son una pasada y preciosidad soy mas de cines aunque el edificio es una preciosidad hay que reconocerlo bueno esta vez has tardado menos en deleitarnos con tus reportajes espero que el siguiente sea también pronto un abrazo jose Luis toro
ResponderEliminar