NECESITO DE VUESTRA COLABORACIÓN.


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8 de diciembre de 2014

ENIGMA RESUELTO. Hoy necesito de vuestra colaboración.

Muchísimas gracias por todos los comentarios que me habéis enviado, aunque nadie, salvo Ricardo Márquez se acercó tanto a la ubicación exacta de la imagen.

La solución apareció después de recorrer manzana por manzana todo el barrio de Arguelles, las pistas eran pocas, una calle no muy ancha, con circulación de tranvías, un solar bastante estrecho y varios edificios. Como la imagen esta tomada suponemos antes de la guerra jugábamos con la baza de que los edificios hubiesen desaparecido, pero no es así.

Fijándonos en esa fila de ventanitas de la derecha que daban a un pequeño patio de luces, recorrí la calle de Fernández de los Ríos de un lado a otro. En principio pensábamos en la zona más cercana a Princesa, pero era equívoco, pues la imagen corresponde exactamente al solar nº 5 de Fernández de los Ríos, y el edificio que se ve en su fondo a la esquina de Bravo Murillo con vuelta a Feijoo, que casualmente es el único que no existe.. 

















El negocio parece bastante improvisado, incluso quizás ni siquiera tuviera un nombre, tampoco sabemos cuanto tiempo funcionó, y si era una terraza de otro local cubierto. En esa misma zona, en esa época no existía ningún otro cine, y el más cercano era el Hollywood que estaba algunos números más adelante.

Evidentemente el solar fue edificado en los años 40, y junto al inmueble mas estrecho de la acera de enfrente se levantó otro edificio.



En la imagen superior vemos la ubicación exacta del solar, y la fila de ventanitas que me ayudó a encontrar el lugar.


Las viviendas de la acera opuestas idénticas a las que aparecen en la imagen original.


Otro aspecto de la calle en la misma dirección.

Tan solo quedaba como enigma el torreón del fondo de la imagen y como era evidente todo encajaba. Corresponde con una caseta que sobresale del tejado de la calle Feijoo 1-3, y que aun existe.


El torreón en lo alto de los primeros números impares de la calle de Feijoo.

Años más tarde se construyó el cine Quevedo a escasos metros, pero casi seguro que no tuvo nada que ver con su antecesor. 

Al menos hemos descubierto su ubicación, tal vez en el futuro encontremos algún dato más acerca de su nombre o existencia.

Gracias a todos.

2 de noviembre de 2014

EL CINE SAN CARLOS, LOS PANELES DE JOSÉ ALMADA NEGREIROS Y LA DISCOTECA KAPITAL

Aunque hace ya algún tiempo hable del cine San Carlos de la madrileña calle de Atocha 131 (actual 125), creo que nunca está de más, y menos en este caso, recordar un poco la historia y evolución de un maravilloso inmueble que a pesar del cambio de uso sigue conservando la magia y el encanto de su primitiva función.
En un solar de planta trapezoidal con fachadas a las calles de Atocha con vuelta a la del Ceniceros, junto a la estación ferroviaria de Mediodía y haciendo pared con pared con el moderno Hotel Nacional, el joven pero ya afamado arquitecto Eduardo Lozano Lardet diseñó un magnífico edificio mixto, con planta de pisos, un cine y una sala de fiestas en sus sótanos. Este lugar había sido predilecto para la instalación de barracas de feria donde las proyecciones cinematográficas se alternaban con otros tipos de atracciones.


La calle Atocha en los años 20, en primer término el hotel Nacional recién construido y junto a él, el solar en el que se construiría el cine San Carlos.

Las obras comenzaron en 1928 y aunque se tardó más de lo que un primer momento se había planeado el cine abriría sus puertas en agosto de 1929, inaugurando en primer lugar la terraza de verano continuando las obras mientras tanto en la sala cubierta.
Sin duda alguna su arquitecto dejó patente en la fachada del moderno inmueble el estilo en boga en Europa y en ese momento una mezcla de “art decó” y “racionalismo” denominada “streamline” de líneas horizontales y formas curvas. Quedaron patentes especialmente en su fachada principal a la calle de Atocha donde resaltaba su altísimo torreón, que servía de faro como en muchas otras ocasiones reclamo de los transeúntes.


          

Tres imágenes de la calle Atocha en los años 30 en las que se ve el cine San Carlos, coronado por su gran torreón.

La entrada a la sala se había situado en el esquinazo que volvía a la calle de Ceniceros tenía tres amplios huecos de entrada, uno de ellos directo a la cafetería con salón en la primera planta que se compartía con el ambigú del propio cine. Entre los otros dos huecos se encontraban las taquillas y traspasándolos se daba acceso a un amplio y alto vestíbulo decorado con suntuosidad, mármoles en los suelos, estucos en las paredes y molduras de escayola con motivos “art decó” en los techos.


La entrada a la sala de espectáculos en el chaflán de Atocha con la calle de Ceniceros.

Pero antes de describir el interior de la sala tenemos que hacer una parada en los ocho paneles decorativos policromados que realizó el joven escultor y pintor portugués José Almada Negreiros y que daban una nota de color a la fachada, y en los que se representaban diferentes escenas fílmicas. Comenzado de izquierda a derecha y desde la calle de Ceniceros: 1º Persecución en vehículos, 2º Saloon de wester, 3º Variedades acrobáticas y circenses, 4º Espionaje en una escalera, 5º Dancing y cabaret, 6º Rapto a caballo, 7º Charles Chaplin, 8º El beso final.


Recostruccion completa de los paneles de José Almada Negreiros de la fachada.

A demás de estos ocho existían otros cuatro más que se colocaron en el vestíbulo del cine y que correspondían al: 1º Díptico de Jazz, 2º El Gato Felix, 3º Personaje de la comedia dell’arte, y el 4º Marineros.


El panel díptico de Jazz una vez restaurado, en la reinauguración del Museu do Chiado, en Lisboa



El Gato Felix.

La situación exacta de estos la desconozco aunque posiblemente estuvieran decorando las paredes en el vestíbulo de entrada. Desde este y subiendo unas escaleras llegábamos a la segunda parte del inmueble, porque como hemos citado anteriormente el edificio estaba formado por un bloque de viviendas y un segundo bloque destinado a contenedor de la sala de espectáculos separados únicamente por un patio interior. Al llegar a este segundo vestíbulo que era muy alto pues ocupaba parte de la planta de entresuelo, se podía divisar a ambos lados los tiros de escalera que subían continuadamente los siete pisos del inmueble, junto a una de las escaleras se encontraba una salida directa a la calle de Ceniceros y junto a la otra los dos rápidos ascensores que subían raudos hasta las localidades más altas o la terraza de verano instalada en la azotea. En el frente tres huecos nos daban ingreso al patio de butacas desde donde arrancaban los pasillos que recorrían la sala hasta el escenario.


Planta baja del inmueble, obsérvese la perfecta y ordenada disposición de sus accesos.

El interior del patio de butacas se había decorado del siguiendo el mismo estilo que  sus fachadas con abultados de escayola con franjas y líneas horizontales, siendo la construcción realizada de forma mixta en hormigón armado y metal, siguiendo las pautas de las salas de teatro clásicas en forma de herradura, pero con grandes rampas de entresuelo y principal.
El patio de butacas tenía forma trapezoidal, ligeramente más estrecha en la embocadura del escenario, y estaba invadida por seis pilares que soportaban el peso de los palcos y pisos superiores, a pesar de ello no se entorpecía la visión de los espectadores en ningún caso. El suelo era de listones de madera barnizada tenía una ligera inclinación hacia la pantalla sobre él, se instalaron cerca de 700 localidades repartidas en dos grandes grupos y separadas por dos pasillos laterales y uno central. Las butacas, muy cómodas habían sido tapizadas con telas estampadas en color rojo burdeos con adornos dorados, idénticas a las que se usaron en el tapizado de las paredes que hasta dos metros de altura y formando un friso, engalanaban la sala. El resto de los paramentos se habían coloreados con pinturas al óleo en tonos pastel. En el lateral izquierdo y con salida directa a la calle de Ceniceros se situaron cuatro puertas dobles de desalojo, se sumaban a estas una más posterior que conectaba directamente con una escalera de servicio y la escena, otra que citamos anteriormente del vestíbulo, y otra más que conectaba con una de las escaleras principales, que servía además de desalojo de las plantas superiores. Todos antepechos de balcones de palcos, principal y entresuelo se habían adornado con suntuosidad, formando líneas horizontales pintadas en tonos dorados. La iluminación de la sala se realizaba mediante lámparas de incandescencia situadas en ménsulas de escayola que de una forma indirecta llenaban de luz la estancia.
Además se veían reforzada por lamparitas de cristal que en forma de ristras pendían de los palcos de todas las plantas. La embocadura de la pantalla se remarcó con una ancha moldura idéntica a la del resto de plantas. El escenario tenía aproximadamente dos metros de fondo, y bajo esta plataforma se construyó una caja de resonancia donde se ubicaría la orquesta, porque recordemos que las películas por aquel entonces eran aun mudas. Mediante una pequeña puerta disimulada en el friso y situada a la izquierda del escenario se accedía a la escalera de servicio, que subía hasta la última planta del edificio y junto a la que había una escalerita que bajaba a la caja de resonancia. Tras la escena quedaba aun espacio para guardar los instrumentos y trastos del cinema.
 

Sensacional imagen del interior de la sala. Obsérvense los detalles, tales como las lámparas, el tapizado de las paredes, o las molduras idénticas a las que adornaban sus fachadas.

Volviendo al vestíbulo principal y junto a las escaleras situadas en el lateral derecho encontrábamos los aseos femeninos. Subiendo por esas mismas escaleras y algunos peldaños más arriba encontrábamos los masculinos, y así, de esta forma se iban sucediendo durante todas las plantas del edificio. Ambas escaleras subían hasta la planta de entresuelo, donde a modo de balcón se asomaba el descansillo al vestíbulo, quedando este espacio, únicamente destinado a guardarropía, aprovechando el espacio que quedaba bajo la rampa de entresuelo. Las escaleras tenían una preciosa barandilla de forja con motivos art decó, idénticos en la casa de viviendas y en el cine. Casi idéntico modelo de forjado se utilizó en las escaleras del Frontón Madrid, construido por el mismo arquitecto e inaugurado tres meses después.
Ambas escaleras proseguían su camino hasta la planta primera donde un amplio vestíbulo idéntico al de la planta baja daba acceso al edificio de viviendas, concretamente a la planta primera donde se había instalado un amplio y moderno bar-cafetería que podía funcionar independiente o conjuntamente con el cine como ya habíamos señalado con anterioridad. Este tenía vistas a la calle de Atocha y Ceniceros y poseía preciosas ventanas con vidrieras emplomadas.
Volviendo al vestíbulo dos corredores laterales nos daban acceso a las localidades de preferencia del entresuelo, donde dos pasillos surcaban de abajo a arriba el graderío desembocando en dos salidas a otro vestíbulo en la planta segunda. Además mediante estos dos pasillos laterales llegábamos hasta los palcos que de forma idéntica se levantaban en tres alturas y que poseían un escaloncillo y sillas movibles que se podían colocar en dos alturas. La visión desde los palcos de la tercera planta era prácticamente nula y muy posiblemente se construyeron meramente a modo decorativo. Ambos pasillos poseían ventanas a la calle de Ceniceros o un patio interior de la finca lo cual ventilaba y alumbraba las estancias interiores.


La planta primera del cine San Carlos, obsérvese la conexión con el edificio de viviendas, el acceso a los ascensores y la perfecta organización del espacio.

La planta segunda era idéntica a la anterior en distribución, pero el vestíbulo estaba fraccionado, ya que en el centro de este se había instalado la cabina de proyección y todos los servicios de esta, como el cuarto de repaso y un aseo. Los pasillos laterales conducían únicamente a los palcos, señalando además que desde el corredor izquierdo y en todas las plantas, se podía acceder a la escalera de servicio y desalojo que nos llevaba hasta la calle.
 


La planta segunda del cine San Carlos, idéntica a la segunda salvo por el espacio que ocupaba la cabina de proyección.

Curiosamente la planta tercera era idéntica a la primera, con acceso en esta ocasión a las localidades de preferencia de principal y palcos de la tercera planta.


La planta tercera del cine San Carlos.

La planta cuarta únicamente estaba ocupada por el vestíbulo, ya que desde este piso no se podía acceder a las localidades, quedando la entrada a la parte más alta del graderío de principal a la altura de la planta quinta. Este anfiteatro tenía muchísima inclinación y era muy vertiginoso. En él se instalaron aproximadamente otros 400 sillones que junto con los 300 del entresuelo y 700 más del patio sumaban algo más de 1400 localidades.



Las plantas cuarta y quinta que junto con parte de la tercera ocupaban el gigantesco anfiteatro de principal.

En la planta quinta del edificio y en su fachada a la calle de Ceniceros, se realizó un retranqueo, creando dos volúmenes superpuestos que diferenciaban la sala de verano de la de invierno, muy posiblemente causa de alguna normativa de seguridad de la época. Todo el conjunto interior de palcos, rampas de graderíos y patio de butacas ofrecían una perfecta armonía y funcionalidad lo que valió para coronar al San Carlos como uno de los mejores cines de Madrid.


El interior del cine San Carlos visto desde el escenario. Se ven todas las localidades y su perfecta y ordenada situación.


 Sobre el patio de butacas se construyó un entramado metálico de celosía que tenía casi dos metros de altura y que no solo soportaría el falso techo de escayola, sino que sobre él se situaría una sala de verano para 800 espectadores, todo un reto de ingeniería que Eduardo Lozano superó sobradamente. El acceso se realizaba de igual forma que al resto de las plantas. Las dos escaleras subían hasta la planta sexta a la que también se podía acceder a través de los ascensores que subían raudos las seis plantas. Un amplio porche que soportaba la planta séptima servía de antesala al patio de butacas y en el que se refugiaba una barra de bar para el servicio de cafetería.


                                       Un aspecto de la calle de Ceniceros en el que se aprecia el retranqueo que sufría la fachada.



La planta sexta del cine San Carlos donde se instaló la terraza de verano.

El aforo de la sala era de unas 800 sillas plegables de madera que se colocaban en tres amplios grupos separados por dos anchos pasillos. La decoración se había realizado con suelos de baldosín hidráulico imitando mosaicos, y las paredes se habían engalanado con celosías de madera, donde se enroscaban las enredaderas que florecían en la época estival.


En la parte posterior del edificio, sobre el amplio porche de entrada el inmueble ascendía varias plantas más creando una amplia terraza en la planta séptima con sillas y mesas que tenían servicio de cafetería y restaurante, además de los correspondientes aseos, como en el resto de plantas. Un piso más arriba, el octavo al que, se ascendía por una pequeña escalera de hierro, se instaló la caseta de proyección, un reducido cuartucho de material inflamable donde dos proyectores asaban de calor a los proyeccionistas de turno en aquellas tórridas tardes estivales.


Una maravillosa imagen de piso séptimo del edificio San Carlos donde se estableció el restaurante desde donde se podía ver la proyección. Obsérvese la cabina de proyección una planta más arriba.


El bar de la planta séptima daba servicio no solo a los clientes del cine que se acercaran hasta allí, sino que por medio de un pequeño montacargas hacían subir las comandas al piso superior, donde se habían instalado un buen número de mesas para disfrutar de la proyección. Junto al bar de la planta sexta se situó un amplio cuarto donde se almacenaban las sillas plegables de la terraza.

Excepcional imagen del graderío de sillas que componían la terraza del cine San Carlos, obsérvese el moderno bar instalado tras las últimas filas y el casetón desde donde se realizaba la proyección dos pisos más arriba


En el lado izquierdo de la pantalla se encontraba una salida de emergencia que bajaba los seis pisos y desembocaba directamente en la calle de Ceniceros, además detrás del muro sobre el que se había pintado la pantalla se encontraba el cuarto para los músicos que interpretaban la banda sonora de la película. Alrededor de toda la alta valla que circundaba el recinto y en el antepecho de los palcos, disimulado entre la celosía, se habían instalado una larga ristra de bombillas de incandescencia que se iluminaban o apagaban progresivamente al final o comienzo de la proyección.


   
Impresionante imagen tomada desde lo más alto del edificio San Carlos desde no solo se ve el gigantesco patio de butacas de la planta séptima, sino que a la lejanía se aprecia incluso el edificio telefónica de la Gran Vía. (Imagen cedida por Justo Villasevil)



El magnífico cine San Carlos estuvo listo en agosto de 1929, siendo su terraza veraniega la primera en abrir, con la proyección del film mudo  con el film " !Viva Madrid que es mi Pueblo!, con acompañamiento musical de los maestros Dopico y Calvo. Un mes más tarde, concretamente el día 21 de Septiembre y con la proyección  con el film mudo "BEN HUR" de 1925, se inaugura la sala cubierta.



La dirección del negocio corría a cargo del afamado empresario Don Manuel Herrera Oria, hermano del Cardenal Herrera Oria.
Simultáneamente a la apertura de las salas de proyecciones se inauguró en los bajos del edificio una sensacional sala de fiestas que se denominaría con el mismo nombre, formando un compendio de atracciones en las que pasar toda la tarde noche. 
El “sábado de Gloria”19 de abril de 1930 se inauguran las proyecciones en sonoro con el film “Fox Movietone Folies”, para lo cual se instalan nuevos proyectores actos para esta modalidad de la marca “Wester Electric”.


              
Parte de un folleto del día inaugural del sonoro. Siempre se hacía alago de su inmueble.
En 1932 se instala en él, el primer sistema de refrigeración de España y el tercero de Europa, obra que corrió a cargo de los ingenieros “Alfageme y Güisasola” y que conseguía mantener una temperatura mínima de 18º C en el interior del local, mediante lo que años después se conocería con el nombre de Clima Artificial. La publicidad del momento rezaba: Refrigerado de verdad. Diez grados menos que en la calle a la sombra.


Publicidad aparecida en la revista “Cortijos y Rascacielos” en el año 1932, en la que se utiliza una imagen del interior del local como reclamo publicitario.


Continuó con grandísimo éxito durante toda la República, incluso hasta comenzada la Guerra Civil, momento en el que cambia su nombre tan cristiano por el del anarquista  Durruti, concretamente en enero de 1937. Sirvió de auditorio para personajes tan célebres como el anacosindicalista Cipriano Mera que el 24 de marzo del 37 llenó el cine hasta la bandera. Se realizaron en varias ocasiones festivales como el de la Federacion Local de Juventudes Libertarias en que además de proyectarse películas se aprovechaba para intercalar entre estas discursos propagandísticos. Hay noticias de su funcionamiento hasta marzo del 39 aunque paso largo tiempo entre ambas fechas sin aparecer en presa, lo que da que pensar que suspendió sus sesiones durante algunos meses. En septiembre del 39 recobra su nombre original y además de programar cintas como “El hombre invisible”  sirve de oratorio para organizaciones como Acción Católica.


Abril del 45. Los programas cristianos religiosos eran muy frecuentes.  

De aquí en adelante sigue con programación de reestreno que alternara con la sesión continua, siempre en la sala cubierta olvidando la terraza de su planta séptima. El ruido y tener que contar con cuatro proyectores en lugar de dos zanjan esta maravillosa andadura de una de las mejores salas de verano de la capital. 


Se reformó en diversas ocasiones aunque nunca perdió su auténtica fisonomía. En algún momento no datado se construye un piso más de palcos a la altura de entresuelo, quedando un total de cuatro alturas, muy posiblemente en sus primeros tiempos pero no se ha podido confirmar.

En 1959 la  sala de fiestas cambia su nombre de San Carlos a Club Lusitania, el que mantendrá hasta 1962 cuando se vuelve a modificar por el de Club Organizadores Luss May. Siete años más tarde cerrará y no será hasta 1976 cuando el local se volverá a utilizar esta vez reconvertido en el Restaurante-salones Orfeo.
El 10 de diciembre de 1977 sucedió en el cine un extraño acontecimiento, un joven de 20 años entró a ver la última sesión de una película, y a los 10 min se quedó profundamente dormido, hasta aquí algo bastante habitual en aquellos tiempos. El caso es que finalizada la proyección y vacío ya el local, el joven se quedó sentado en su butaca provocado por una encefalitis letárgica de la que no despertó hasta las cinco de la madrugada. Imagínense la impresión de despertar en una sala completamente a oscuras a altas horas de la mañana. El joven que llegó hasta el vestíbulo fue rescatado finalmente por un guardia callejero después de hacer aspavientos durante largo tiempo a los pocos transeúntes que circulaban a esas horas de la madrugada.
Otra anécdota ocurrió el día 20 de diciembre de 1978 cuando un grupo de individuos utilizando el método del encalomo, haciéndose pasar por espectadores y escondiéndose hasta el cierre del local, accedieron hasta la oficina y arrancaron la caja fuerte llevándosela sin rastro. La sorpresa sería mayor para los cacos que para la propiedad ya que esta estaba completamente vacía.
La carrera del cine San Carlos finalizan a principios de la década de los 80 cuando el negocio ya no es rentable, después de 50 años de andadura. En 1972 antes del cierre del local el artista historiador Ernesto da Sousa compra al Sr. Esquerro, propietario del cine en ese momento y rescata del sótano del propio cine los antiguos paneles de Almada Negreiros que habían sido retirados de su fachada años atrás y que en un estado lamentable se amontonaban en un trastero. Los otros cuatro paneles del vestíbulo, aún seguían expuestos y mimetizados con el blanco de las paredes y llegaran a sus manos un año después.


Ernesto de Sousa en el sótano del cine San Carlos en el momento de rescatar los paneles de Almada Negreiros. Nadie podría imaginar que esos trozos de yeso volverían a cobrar vida años más tarde.


El cine San Carlos después de un tiempo cerrado es adquirido para reconvertirlo en una de las discotecas más grandes de la capital, Titanic. Es curioso que dos de los negocios del propio edificio tuvieran nombres de grandes buques, Titanic y Lusitania, supongo que sería una casualidad.



Para adecuar el inmueble a su nuevo uso hubo que nivelar el antiguo patio de butacas para convertirlo en la pista de baile. Las rampas de entresuelo y principal libres de sus butacas fueros inundadas de sofás, puf y mesitas que se colocaron de forma escalonada sobre las antiguas bancadas del cine. Se derribaron los tabiques que separaban los vestíbulos de las plantas superiores de las localidades dándoles continuidad y mayor amplitud. Se eliminó la cabina de proyección y se separaron mediante mamparas de cristal la planta quinta del resto de las plantas inferiores, viéndose desde aquí la pista de baile de la planta baja y creando dos ambientes diferentes. En la planta sexta se estableció una pequeña sala de proyecciones único vestigio de su antecesor y en la séptima donde estuvo el cine de verano una maravillosa terraza que se cubría con una bóveda traslucida que en las noches estivales se abría para poder contemplar el cielo madrileño. Para realizar esta terraza hubo que crear un nuevo forjado para alinear la pronunciada rampa con que contaba. El antiguo café del entresuelo se transformó en karaoke y sala de juegos, ya que la empresa había establecido una mesa de ruleta donde se jugaba con billetes falsos entregados en la entrada al local y que tenía como premio consumiciones.  La sala principal se mantuvo idéntica en su decoración, coloreando sus paredes y antepechos de balcones en tonos dorados.




En el centro del alto techo se colgó una gigantesca bola metálica que descendía hasta prácticamente la pista de baile y que desplegaba sus gajos para deslumbrar a los clientes con su fascinante sistema de iluminación.  El foso de orquesta se desmanteló y el escenario fue sustituido por otro metálico que mediante un sistema hidráulico ascendía desde la altura de la pista de baile hasta su posición original algo más de un metro más arriba, y que hacía aparecer como por arte de magia la escena. El telón se mantuvo y los antiguos bastidores donde se colgaba la pantalla fueron modificados y cambiados por otros con lámparas de neón que subían y bajaban al ritmo de la música.


 La discoteca Titanic seguía utilizando como emblema la fachada de su fantástico inmueble.


A pesar de la reforma interior del inmueble el edificio ofrecía un aspecto lúgubre y destartalado ya que sus fachadas habían perdido su color original. Años más tarde una minuciosa obra devuelve el verdadero esplendor a  un edificio maravilloso enclavado en un lugar privilegiado.

En 1994 se presentan por primera vez al público algunos de los paneles ya restaurados en el museo “Museu do Chiado” Lisboa, lástima que alguno de los paneles como el numero cuatro, el beso, se encontrara completamente destruido.


Momento de la instalación del díptico “Jazz” en el “Museu do Chiado” en 1994.

Los paneles restaurados son custodiados en Lisboa aunque en la actualidad no se exponen en el museo. Toda esta vivencia llena de luces y sombras es recogida en un libro de culto escrito por Ernesto de Sousa en 1983 titulado “Re Começar Almada em Madrid.”

La discoteca Titanic permaneció abierta hasta el año 1996 cuando tras algunas reformas cambia de nombre para denominarse Kapital. 
           


El edificio en los años 80 cuando albergaba en su seno la discoteca Titanic. (Imagen cedida por Javier Romeu) 


Una imagen del mismo angulo en la actualidad.
         

La entrada al cine San Carlos y el mismo angulo en la actualidad reconvertido en la discoteca Kapital


El antiguo hall del cine en la actualidad. Al fondo una de las escaleras de acceso a los pisos superiores y el balcón del entresuelo donde se encuentra guardarropía.
          


El ayer y hoy del interior del cine. Ambas fotografías difieren en más de 80 años, a pesar de ello el espacio ha sido completamente preservado.
       


Las escaleras de acceso a las plantas superiores y el interior de la sala visto desde el balcon de entresuelo.


Otro aspecto del interior de la sala en la actualidad. Obsérvese el palco inferior que fue añadido con posterioridad y que fue construido con idéntica fisonomía a los superiores.

El interior del local ha sido restaurado en diversas ocasiones, a pesar de acondicionarlo a su nuevo uso sigue manteniendo la esencia de su antecesor, es por ello que desde hace algunos años tomase el nombre de Teatro Kapital.


La planta quinta del inmueble, que ocupó la parte más alta del principal hoy reconvertida en pista de baile, unida pero separada de la pista principal por una cristalera desde donde se observa la planta baja.
  


Dos aspectos de la terraza en la planta séptima con su “capota” cerrada y preparada para acoger un evento.


Por otra parte, los salones Orfeo de la planta baja fueron sustituidos en los últimos años por su antecesor, una sala de baile que tomó el nombre de Faena, y que en la actualidad se llama Moss.


Sin duda alguna la discoteca Kapital acoge en su interior uno de los tesoros mejor guardados de la arquitectura art decó, adaptado a los nuevos tiempos, construido por el genial arquitecto Eduardo Lozano Lardet.

Autor: David Miguel Sánchez Fernández.

Mi más sincero agradecimiento a la dirección de la discoteca Kapital, en especial a Carolina Soriano por su colaboración, a David Pallol, Javier Romeu y a Justo Villasevil por su aportación documental, y a Antonio Araizoz por su investigación acerca de Almada Negreiros.
Fuentes:

http://www.grupo-kapital.com/kapital/

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