Después de muchos años escribiendo acerca de locales de espectáculos, sean cines o teatros y de haber revuelto entre miles de antiguos expedientes, fotografías, revistas, periódicos e historias personales, creo que me veo lo suficientemente capacitado para pedir explicaciones de que ocurrió, y a quién se le pasó por la cabeza cometer el crimen de borrar del mapa y despojarnos a los madrileños de a pie, de los teatros de Fontalba y Apolo.
Hoy
le toca el turno al teatro de Fontalba, que jamás funcionó como cinematógrafo,
aunque se contempló algún proyecto. No quiero dejar de aportar mi pequeño
granito de arena para que al menos quede el recuerdo de uno de los mejores teatros
de Madrid.
Corría el año de 1919 cuando en un Madrid convulso, cambiante y
moderno, se comenzaba a vislumbrar lo que tanto tiempo se llevaba lucubrando,
la famosa avenida que cruzaría la capital de este a oeste, la Gran Vía ya era
una realidad, y tras su urbanización comenzaron a nacer los edificios que la
engalanarían.
En el segundo tramo de esta amplia calle, concretamente el
comprendido entre la antigua red de San Luis y la plaza del Callao, denominado
como avenida de Pi y Margall, se proyectó la construcción de dos edificios de
viviendas y un teatro para su propietario el Marqués de Cubas y Fontalba,
El solar de planta irregular ocuparía una manzana completa de la
nueva avenida, la denominada número 355 letra “J”, con fachadas a cuatro
calles, Valverde, Desengaño, Hilario Peñasco y Pi y Margall.
Plano
del proyecto de construcción de la Gran Vía presentado en 1904, donde podemos
ver claramente la manzana que ocuparía el nuevo edificio para el Marqués de
Cubas y Fontalba.
Boceto del que sería uno de los mejores teatros de la Gran Vía, el teatro de Fontalba.
Fue proyectado en un principio por el decano de los Arquitectos
Municipales Don José Salaberry, uno de los artífices de la Gran Vía, y presentado
por su hijo político el profesor de la Escuela de Arquitectura Don Teodoro
Anasagasti. Es por ello que el inmueble no profesaba las tendencias artísticas
a las que Anasagasti nos tenía acostumbrados. Está claro que fue una artimaña
para conseguir sin ninguna pega el permiso pertinente, ya que Anasagasti era ya
un viejo conocido en el diseño de salas de espectáculos.
El marqués de Cubas y Fontalba, don Francisco de Cubas y Ericé,
delegó en su amigo y mano derecha, don Valentín Ruiz Senén las diligencias y
responsabilidades del proyecto.
Los señores Francisco de Cubas y Erice, maques de Fontalba y su amigo Valentín Ruiz Senén.
La manzana sobre la que se construiría el teatro de planta
trapezoidal fue dividida en tres partes, dos de ellas destinadas a edificios de
viviendas, y una tercera inserta entre las anteriores donde se edificaría el
nuevo coliseo.
La fachada a la nueva avenida de Pi y Margall era sencilla y en
realidad más estrecha de lo que parecía, ya que varios huecos de uso del teatro
tales como las taquillas y la contaduría estaban insertas en los edificios
adyacentes.
La fachada empleaba un ingenioso recurso para enlazar los
volúmenes en un conjunto unitario, pues aunque el acceso al teatro sólo ocupaba
los tres vanos centrales, su frontis se apoyaba sobre los paramentos de los
bloques laterales mediante dos cuerpos almohadillados extremos que servían para
enmarcar una composición académica, en la que se superponían el basamento con
triple arquería de medio punto y doble altura, un cuerpo principal ritmado por
colosales pilastras acanaladas con extravagantes capiteles decorados con la
lira de Apolo que separaban tres ventanales rasgados cerrados por vidrieras
emplomadas, y un ático de coronación con otras tres ventanas separadas por
pilastrillas, sobre el que campeaba una caprichosa peineta central que servía
de pedestal a una escultura alegórica con la Música y la Poesía sentadas al pie
de la Libertad.
Madrid.es Patrimonio cultural y Paisaje Urbano, Viviendas y teatro
Fontalba para el marqués de Cubas y Fontalba.
Espectacular imagen de la maravillosa fachada del recién construido teatro de Fontalba en los años 20 del siglo pasado.
Alzado
principal a la avenida de Pi y Margall en la que vemos el desarrollo de forma
completamente simétrica del conjunto.
Obsérvese que la fachada real del teatro tan solo era la ocupada por los
tres gigantescos huecos centrales, el resto era parte de los edificios de
viviendas que el arquitecto supo integrar perfectamente para darle mucha más
vistosidad a la sala de espectáculos.
El inmueble se levantó en su totalidad con estructura de hormigón
armado a cargo de la “Constructora Aragonesa”, lo que liberó de molestos
pilares al auditorio y lo proporcionó robustez y seguridad.
El acceso principal se realizaba por cualquiera de los tres huecos
que estaban precedidos de una preciosa marquesina de hierro y cristal prensado.
En el interior un amplio hall servía de antesala al vestíbulo y en él se
encontraban las taquillas.
El interior del local había sido decorado con refinado gusto
siguiendo el patrón del afrancesado estilo Luis XVI a cargo del diseñador belga
M. Sacé.
El
vestíbulo de entrada principal. Obsérvese los caros materiales con los que fue
construido el edificio.
Otro aspecto del elegantísimo vestíbulo de entrada al teatro de
Fontalba. Detalle de la entrada principal al patio de butacas y el largo
pasillo de platea de la sala.
Suelos y frisos de mármol engalanados con carísimas alfombras, techos
decorados con fastuosas molduras de escayola coloreadas en dorado, lámparas,
apliques, carpinterías nobles y tallados de bronce, cortinajes de terciopelo y
damasco color azul y un selecto mobiliario.
Este vestíbulo que servía además de salón de fumar, al igual que
el resto del teatro, tenía instalado un moderno sistema de ventilación que
reciclaba el aire cada diez minutos.
Plano
de planta baja del edifcio Fontalba, remarcado en rojo el espacio ocupado por
el teatro.
A ambos lados del gran vestíbulo de entrada se encontraban las
escaleras principales, suntuosas y recargadas, construidas con los más caros
mármoles y barandillas de tubo de latón pulimentado, y que subían tres plantas para
dar acceso a las localidades de entresuelo, principal y anfiteatro, a pesar de que
solamente se utilizaban para entrada y salida a las localidades de lujo. Estas escaleras tenían luz natural proporcionadas
por ventanas a un amplio patio interior. El acceso a las localidades más
baratas de rampa de paraíso y palcos de tertulias se realizaba desde la calle
del Desengaño.
Volviendo al gran vestíbulo principal y traspasando cualquiera de
los tres huecos de acceso, llegábamos al gran pasillo que en forma de herradura
recorría de lado a lado el teatro. En él, existían tres grandes huecos de paso
al patio de butacas, dos laterales y uno central, además de diez puertas que
conducían a los palcos de platea y proscenio.
Al fondo de los dos lados del pasillo se encontraban dos escaleras
simétricas con acceso desde la calle del Desengaño y que habíamos mencionado
anteriormente, que ascendían hasta la ultima planta del edificio y servían además
como desalojo de todo el local.
No obstante, el arquitecto estudió la forma de dotar al inmueble
de otras dos escaleras más de evacuación en caso de siniestro, y conectó de
forma muy acertada los amplios pasillos a las escaleras de servicio de sendos
edificios adyacentes, pudiendo desalojar el inmueble por los portales de
viviendas de las calles de Valverde e Hilario Peñasco, actual del Barco.
En todas las plantas y accediendo también desde estos largos y
amplios pasillos se habían instalados las toilettes y aseos para damas y
caballeros, ambos con ventilación y luz natural que recibían de un patio
interior.
Espectacular imagen de parte del patio de butacas y palcos de todas las plantas del elegante teatro de Fontalba.
El fantástico patio de butacas de planta de herradura italiana,
tenía una ligera inclinación hacia el escenario y estaba solado con caros
mármoles y engalanado con suntuosas alfombras que recorrían los pasillos más
transitados. Se habían instalado 416 butacas con asiento reclinable construidas
en caoba por una empresa inglesa y tapizadas en terciopelo azul. Existían
además instaladas en las cuatro primeras filas aparatos acústicos al igual que
en los teatros de Berlín, que mediante un pequeño altavoz amplificaba el sonido
y estaban diseñados específicamente para personas con problemas auditivos.
En las cuatro primeras filas de butacas se instalarán para quien
lo desee los aparatos para sordos. Bastará para ello que el espectador, al
sacar en taquilla su localidad, pida el suplemento para sordos, y el acomodador
le entregará el aparato, basta entonces enchufarlo en una cajita que hay como
le digo en todas las butacas de las cuatro primeras filas. Estos aparatos se
gradúan a voluntad con una llave. Los micrófonos están extendidos
convenientemente por la escena, a fin de que suene siempre por igual la voz del
actor, sea cual sea el sitio en que éste se coloque.
NUEVO MUNDO N.º 1604 1924 PAG 24
Se comentaba en prensa que las localidades en general eran tan
cómodas, que hasta las de anfiteatro ofrecían mejores condiciones para el
espectador que las superiores de cualquiera de los teatros existentes en
Madrid.
La decoración del interior de la sala se había realizado de igual
forma que el los suntuosos vestíbulos utilizando el estilo Luis XVI, con
carísimos materiales, mármoles y bronces cincelados. Los antepechos de los
balcones de la planta principal estaban engalanados con bajorrelieves clásicos con
representaciones de ninfas y musas, siendo los del resto de plantas más
sencillos con simples molduras o representaciones florales.
El techo de la sala era una maravilla en el que se había realizado un fantástico trabajo de escayola que rodeaba una gigantesca lámpara plafón, que a modo de claraboya iluminaba todos los rincones de la sala. Además, se había instalado en todos los pisos de palcos tubos de iluminación indirecta perfectamente camuflados.
Todas las colgaduras, cortinajes y tapicerías se habían realizado
en terciopelo y damasco de color azul y gris.
Accediendo por cualquiera de las dos escaleras principales
llegábamos al entresuelo, donde un largo pasillo idéntico al anterior daba
servicio a los 21 palcos que componían la planta, dos de ellos de proscenio.
Todos los palcos del teatro contaban con una pequeña antesala.
El acceso a la planta principal se hacía también exclusivamente a
través de las dos escalinatas principales. En este piso y de idéntica forma a
la planta baja existían diez palcos, cinco por lado, y tres entradas al piso de
“butacas de principal”, colocadas en tres holgados pasillos con una media de
cuarenta localidades cada uno, dando un total de ciento doce localidades.
En esa misma planta y sobre el gigantesco espacio ocupado por los
vestíbulos de entrada se había instalado un espectacular salón de té con vistas
a la Gran Vía, con tres amplios ventanales con vidrieras emplomadas con
balconadas.
Planta
primera del teatro de Fontalba y viviendas anexas. Obsérvese detalles como el
gran salón de té, la colocación de los camerinos a ambos lados del escenario, o
los aseos en los pasillos de acceso a las localidades.
El acceso a las localidades del segundo piso se realizaba desde
las escalinatas principales donde de igual forma que en las plantas inferiores,
existían diez palcos, dos de ellos de proscenio y cuatro huecos de entrada a
“preferencia de anfiteatro” siendo la primera fila de butacas y las tres
siguientes de asientos de anfiteatro, sumando un total de ciento cincuenta y
seis localidades.
Al igual que en el piso inferior y sobre el salón de té se instaló
un fantástico bar americano, donde además se hizo hueco una pequeña librería
donde adquirir las mejores revistas de arte, deporte y moda.
Entendemos que el bar estaba compartido ya que había una
escalinata que dejaba bajar a los espectadores de las “localidades de paraíso”,
a las que únicamente se podía acceder desde las escaleras de la calle del
Desengaño.
En esa última planta existía una primera fila de “butacas de
paraíso” y el resto eran cinco filas de asientos. Formaban un total de
doscientas sesenta y ocho entradas, mas diez palcos de tertulias con mínima
visión de la escena.
Los pilares de sustento de los pisos superiores se habían
suprimido gracias al uso del hormigón armado, lo que facilitó la visión desde casi
todas las localidades, porque si que existían columnas entre las últimas filas
del paraíso.
La cubierta del patio de butacas se había realizado con unas gigantescas cerchas de hierro fundido, que sujetaban el techo de escayola de la sala, y sobre las que se había instalado tablilla de madera y teja plana. Existía en el centro del tejado una claraboya de cristal que iluminaba las entrañas del teatro donde se encontraban los sistemas de ventilación e iluminación.
Volviendo al patio de butacas no podíamos dejar pasar la
embocadura de la escena que se había remarcado por un espléndido trabajo de
mármol, coronado por un grupo escultórico que sustentaba el escudo de la
familia Cubas Erice. El telón de boca de terciopelo azul y tisú de plata había
sido realizado en la Real Fábrica de Tapices, y bajo él, se encontraba el telón
de entreactos en el que se representa “La danza de las ninfas” pintado por
Colmeneros.
Espectacular imagen del telón de boca, parte de los palcos y
detalle del grupo escultórico.
El espacio escénico tenía unas dimensiones extraordinarias, con
una anchura en boca-escena de doce metros que se ensanchaba hasta casi los
veinte en los hombros, y un mínimo de diez de fondo.
El tablero del escenario se había realizado en madera tratada con
productos químicos lo que la hacía ignífugo. Los muros del cajón que contenía
la escena eran dobles y se habían forrado con planchas de hierro, existiendo
además un novedoso sistema de cortinaje de agua que se activaba desde fuera de
la escena, y que mediante unos tubos con agujeros cada siete centímetros
rociaba todo el escenario a modo de lluvia, y conseguía apagar incluso el fuego
más violento. Existía un gigantesco depósito en lo más alto del edificio que
suministraba además presión a las diferentes bocas de riego repartidas por toda
la sala. El teatro contaba con doble acometida de aguas, una por parte del
Canal de Isabel II y otra por el de Santillana.
Se había instalado además un sistema especial de batería que aseguraba
la luz en la sala, aun en el caso de que un gran incendio alcanzara a la
instalación.
Existía además, un telón metálico que a modo de cortafuegos
aislaba por completo el escenario del patio de butacas y que funcionaba
accionado mediante un motor eléctrico.
Seis salidas de emergencia por planta, dos en la escalera
principal, dos de las entradas por la calle del Desengaño y dos más a las
escaleras de servicio de los edificios vecinos; estas cuatro últimas con
puertas antipánico, sin cerraduras ni cerrojos y que se abrían hacia fuera con un
sencillo tirador.
Esquema de instalación sección lateral y frontal del telón metálico instalado en el teatro de Fontalba.
El teatro fue dotado con todos los adelantos en escenografía. Un
gigantesco telar del que pendían decenas de decorados diferentes permitía la
posibilidad de representaciones de todo género. Los detalles en iluminación era
otro de los platos fuertes, disponía de baterías eléctricas y reflectores
capaces de conseguir los más teatrales efectos ópticos de diafanidad del cielo,
movimiento de las nubes y de asociar el cinematógrafo a la escena, mientras que
los focos de candilejas concentraban la luz en los rostros.
Además, se había instalado un curioso aparato que reproducía los
ruidos del viento, del trueno y de la lluvia.
Bajo el patio de butacas existían varios almacenes, una peluquería
para los artistas, e incluso dos amplios cuartos insonorizados: uno para ensayo
y otro salón de música. Quedando espacio aun para despachos de dirección y de representantes,
taller y almacén de mantenimiento, carbonera y cuarto de la caldera. El teatro
poseía un completo y potentísimo sistema de calefacción y renovación de aire
mediante circuitos impulsados por motores eléctricos. Desde la planta de sótano se accedía también
al foso y contrafoso instalados bajo la escena lo que creaban una gigantesca
caja de resonancia.
En el fondo izquierdo del escenario se había construido un tiro de
escalera para artistas que conectaba de forma independiente todos los pisos, y
que tenía acceso directo desde la calle del Desengaño. Además de las dos entradas de público general
anteriormente citadas se habilitó un gran hueco central que a modo de chácena
servía de entrada de mercancías, y que conectaba directamente al espacio
escénico.
Sección trasversal del teatro de Fontalba en la que se aprecia diversos detalles de la construcción.
Ascendiendo por esta escalera de artistas que se levantaba en
cinco alturas teníamos acceso a veintidós camerinos con salita recibidor,
duchas y aseo. Cierto es que el acceso a estos cuartos era largo e intrincado,
puesto que no solo había que subir hasta el piso deseado, sino que en algunos
casos había que atravesar además un largo y estrecho pasillo de más de veinte
metros.
Existieron algunos detalles que tuvieron que ser subsanados
respecto al proyecto original. Al parecer y según se ve el los planos adjuntos,
las escaleras no podían tener ninguno de sus peldaños en abanico en prevención
de caídas ante el desalojo de emergencia.
El teatro iba a ser inaugurado a pesar de que las viviendas aledañas aun no habían sido terminadas. El éxito estaba garantizado en este el primer local de espectáculos de la gran nueva avenida.
Tras varios días de anuncio y posterior retraso el teatro fue
inaugurado oficialmente el lunes 20 de octubre de 1924 con el estreno de la
comedia en tres actos “Virtud Sospechosa” de Jacinto Benavente.
El
teatro de Fontalba poco tiempo después de su inauguración.
La función inaugural fue todo un éxito, a ella acudieron los reyes
de España don Alfonso XIII y doña Victoria
Eugenia, autoridades, la flor y nata de la sociedad española y un concurrido
grupo de periodistas.
Aparecieron también críticas desde el primer día, al parecer el
espacio destinado a guardarropía se quedaba corto con tanto traje de gala, lo
que apareció reflejado en algunas publicaciones al día siguiente de la
inauguración.
La tarde del 26 de noviembre de 1924 el teatro de Fontalba se
volvió a llenar por completo, en esta ocasión no para disfrutar de una obra
teatral, sino para escuchar al ilustre conferenciante Howard Carter acerca del
descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Al acto acudieron los reyes de España acompañados del
duque de Alba e ilustres autoridades.
En diciembre de 1924 algunas publicaciones afirmaban que el cartel
del Fontalba era ruinoso, y que no estaban a la altura del coliseo. Algunos
días después se volvía a mencionar el local por lo poco concurrido que se
encontraba.
Poca gente va en general a los teatros, pero en esto de la
soledad, el Fontalba es el campeón. Esperemos tiempos mejores.
Castilla
(Madrid. 1924). 21/12/1924, n.º 44, página 19.
A los pocos días nuevamente aparecían publicaciones en la sección
de espectáculos calificando de bochornoso el cartel de flamante teatro. ¿Quizás
existía algún tipo de maldición sobre él?
EN FONTALBA
«1.945»
El teatro Fontalba no tiene suerte; debía ser, a estas horas, uno
de los predilectos del público madrileño, y tampoco la obra estrenada ayer
logrará que lo sea. «1.945» es una nueva equivocación muy lamentable, de la que
no tiene la menor culpa la Empresa, que será, en definitiva, la que pagará la
penitencia.
Realmente es curioso lo que ocurre con ese teatro; el marqués de
Fontalba, con un propósito plausible de dotar a Madrid de un bello coliseo
enteramente a la moderna, busca sitio en lo mejor de Madrid, gasta una
millonada en hacer un edificio cómodo, confortable, suntuoso y del mejor gusto;
pide obras a los autores cúspides—y no contamos entre ellos al señor Maura—,
contrata a los artistas que cada autor le pide, porque los cree necesarios para
el mejor éxito de su obra, y, sin embargo, de dar así espléndidamente cuanto le
indican su costumbre de ver grandes teatros extranjeros y sus méritos, muy bien
provistos de antecedentes estimabilísimos en materias escénicas, no consigue
romper el hielo ; ¿ por qué ?
No sería difícil hacer un análisis que sirviera para diagnosticar
el mal, y a la vez para encontrar el remedio; pero, por el momento, y aplicando
como ejemplo el caso de ayer, baste con decir: porque los autores se equivocan,
y sin duda la Empresa y la Dirección del Fontalba son demasiado respetuosos con
ellos.
El
Globo (Madrid. 1875). 30/12/1924, n.º 16.378, página 3.
Finalmente, algunos meses después, y tras el cambio de género el
teatro de Fontalba comenzó a levantar el vuelo teniendo llenos apoteósicos
tardes y noches.
La tarde del 11 de abril de 1925 durante la representación de la
obra “El tío Quico”, un espectador llamado Gregorio Manuel Ortiz se sintió indispuesto,
y rápidamente se montó un gran revuelo en la sala. Poco se pudo hacer por la
vida del enfermo pues a pesar de ser atendido por el resto de espectadores
falleció minutos después en mitad del patio de butacas.
A finales del año 1925 y durante 1926 la afluencia comienza a
aumentar, cómico, lírico, conferencias, galas benéficas… cualquier tipo de
evento para salvar la carrera del Fontalba.
Y así continuará su
andadura con altibajos, siendo uno de los locales más lujosos de la capital,
pero rebajando su categoría para garantizar su continuidad.
Fachada
del teatro Fontalba en abril de 1936 con la obra en cartel “Mari Eli”, poco
antes de comenzar la guerra civil.
El día 24 de julio de 1936 el teatro es incautado por el sindicato
del teatro Popular, su consigna: “Proyectos para un teatro sano del pueblo, por
el pueblo y para el pueblo”
"Columna
de voluntarios catalanes desfilando frente al teatro Popular." Fotógrafo
Atienza.
En el teatro de Fontalba están colocando un anuncio en luz roja se
ha de ver por la noche que dice lo transcrito y además ostenta la estrella
solitaria y la hoz y el martillo. El programa que expone las hojas de
propaganda cuenta con representar obras teatrales rusas, francesas y
neoyorquinas, y ¡El alcalde de Zalamea!…Española
Diario
de Burgos : de avisos y noticias: Año XLVI Número 19133 - 1936 agosto 14
En septiembre de 1936 tras la muerte de Federico García Lorca el
sindicato de autores y compositores proponen denominar al local “García Lorca”,
aunque finalmente el nombre se le atribuyó al teatro Muñoz Seca de la cercana Plaza
del Carmen.
Funcionó durante toda la guerra a pesar de estar en uno de los
lugares más bombardeados de Madrid.
El 31 de marzo de 1939 un día antes de proclamarse el final de la
contienda el teatro recobra su nombre original y comienza un nuevo periplo por
aquel Madrid destruido.
Durante años siguió funcionando a pleno rendimiento y con llenos
apoteósicos, matinés, tardes y noches.
El patio de butacas del Fontalba en los años 40
Entrada del
teatro de Fontalba con la obra en cartel Barnum Radio Ilusión en febrero de
1942.
Este éxito le acompañó hasta febrero del 1952 cuando cambia de
nombre y de empresa, pasándose a denominar teatro Álvarez Quintero.
En febrero de 1954 vuelve a cambiar de empresa y se rumorea que
será transformado en cinematógrafo, pero la sorpresa es mayúscula cuando la
prensa de la época comienza a anunciar que el Fontalba será derribado para ser
sustituido por una entidad bancaria.
Nada puro parar su inevitable final, el que fue el primer teatro
de la Gran Vía pasaría a engrosar también la fatídica lista del primer edificio
derribado de la misma. Con el Lope de Vega convertido en cine, la gran avenida
se queda sin ninguna sala de espectáculos teatrales.
El 17 de mayo de 1954 comienzan los trabajos de demolición del
teatro Álvarez Quintero, enclavado en la avenida de José Antonio número 30, que
duraron hasta principio del año siguiente, momento en el que sobre parte de la
armadura del primer piso se comenzará a construir una alta torre que separa a
los edificios gemelos que acurrucaban al teatro de Fontalba.
Una de las últimas imágenes del teatro de Fontalba (Álvarez
Quintero) aún con una obra en cartel.
Otras
dos imágenes de la demolición tomadas desde una azotea al otro lado de la
calle. Obsérvese el detalle del grupo escultórico que no se salvó de la piqueta
y el nombre del local sustituyendo al de su antecesor.
La
vida continúa incesante en la gran avenida de José Antonio mientras el teatro
de Fontalba se termina de evaporar.
El diseño del esbelto edificio que había que encajar en el solar
del antiguo teatro para sede central del banco salmantino de Coca, corrió a
cargo del arquitecto Luis Blanco Soler.
El estilo constructivo totalmente contrapuesto a los edificios
adyacentes, hizo que el banco de Coca en la Gran Vía Madrileña pasase a ser uno
de los edificios más desacertados, por decirlo de alguna forma jamás
construidos.
Un alto friso de granito negro ocupaba toda la fachada del antiguo
teatro en sus dos primeras alturas, dejando el resto en color beige, rasgado
por repetitivos ventanales que rompía por completo la armonía del conjunto.
Proyecto del banco Coca. 1954
La construcción del edificio se demoró algunos
años y no fue hasta 1958 cuando aquel rascacielos que competía con el edificio Telefónica vio la luz. El feísmo había llegado implantado como nueva moda, poco después el derribo del hotel Nueva York y su cine de Actualidades que fue
suplantado por otra sede de entidad bancaria que como esta, también desentonaba
por completo.
Un aspecto de una ajetreada tarde en la Gran Vía Madrileña frente al nuevo edificio del banco Coca.
El banco Coca estuvo en activo hasta 1978 cuando tras su disolución fue absorbido por el Banco Español de Crédito.
Ya en los años 80 el edificio pasa a ser propiedad de la entidad bancaria
Banesto.
Obsoleto ya el inmueble que albergaba en su interior centenares de metros
de oficinas se sume en una profunda rehabilitación integral a cargo de Federico Echevarría, quien intentó
reconciliar el pasado y el presente de todo el inmueble.
Madrugada en la Gran Vía con los edificios del Banco Coca y
Telefónica rascando el cielo madrileño.
Cierto es que la reforma llevada a cabo por Federico Echevarría nos acercó ligeramente al desaparecido teatro de Fontalba, creando además una fusión entre la portada sutilmente similar a su antecesora, pero coronado con una alta torre de cristal de color azul.
Después de haber albergado durante muchos años una tienda de la
conocida firma Stradivarius, una pequeña sucursal de Banesto y trece plantas de
oficinas el edificio se encuentra nuevamente en reforma para aglutinarlo junto
con sus colindantes y convertirlo en un exclusivo inmueble de viviendas de
lujo. Aun tendremos que esperar para ver el resultado final.
Creo que en esta ocasión sería bien merecido el que una pequeña
placa homenajeara al lugar indicando que aquí se levantó uno de los más lujosos
teatros de Madrid. El teatro de Fontalba.
Varios aspectos del conjunto en la actualidad a la espera de su nuevo uso.
HEMEROTECA
Y BIBLIOGRAFIA.
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El Luchador: diario republicano: Año 24º Número 8598 - 1936 julio
25
Diario de Burgos: de avisos y noticias: Año XLVI Número 19133 -
1936 agosto 14
Diario de Almería: periódico independiente: Año XXV Número 6883 -
13 septiembre 1936
El Adelanto: Diario político de Salamanca: Año 55 Número 16859 -
1939 marzo 31
Diario de Burgos: de avisos y noticias: Año LXIV Número 19626 -
1954 mayo 18
Hoja Oficial del lunes : editada por la Asociación de la Prensa:
Número 824 1955 enero 3
ABC MADRID 07-12-1954 página 15,17
https://prensahistorica.mcu.es/es/consulta/registro.do?id=11000483560
Archivo de Villa de Madrid: 15-32-36 El teatro de Fontalba.
https://culturadiversa.es/2017/05/primeros-rascacielos-espanoles.html
http://lasheridasdelaguerra.blogspot.com/2009/05/